viernes, 17 de octubre de 2014

FILOSOFAR COMO UN PERRO

DIÓGENES DE SINOPE
                                                                 Por Michel Onfray
Diógenes fue entonces mi maestro, por lo menos un maestro que se niega a ser considerado como tal . Yo envidiaba esa vida sin cadenas, sin límites, esa existencia libre de un hombre que no manda y que sobre todo no quiere alguien que lo mande, que no es esclavo de nada ni de nadie, de ningún prejuicio; admiraba esa figura que no se ve censurada por ningún tipo de corrección política (una fórmula moderna para expresar algo bien viejo) y se propone llevar adelante la vida libre de un filósofo libre. 
Más adelante me gustaba que en las genealogías más viejas del pensamiento anarquista algunos historiadores se remonten hasta Diógenes. Intuyo un linaje que, vía La Boétie, mi otro gran hombre en el terreno político, alimenta a los siglos, y no solamente al siglo de oro de la anarquía, es decir el Siglo XIX. Que la anarquía haya podido concernir a tantos hombres desde el ágora de Sínope en que Diógenes lanzaba sus primeras bombitas de olor filosóficas, es algo que prefiero mucho más que adscribir al catecismo de los devotos de la anarquía que no saben abrir la boca sin que la cita de su autor termine con un "Alabado sea su nombre". Diógenes, entonces. Con frecuencia la vulgata resume un pensamiento, una obra en un puñado de tarjetas postales fáciles de enviar a un destinatario apurado y poco exigente. Primera tarjeta postal: el sabio mugriento que vive en un tonel del que sale a veces para masturbarse en la plaza pública.
El tonel inventado por los galos, le suma a la leyenda, pero en este caso se trataba más bien de un de un ánfora para aceite o vino. En cuanto a ese trabajo manual, sería una provocación; dicho de otra manera, y como lo prueba la etimología, es una invitación a -a reflexionar, pensar, cogitar, analizar, meditar, razonar...-. Aquí: en las raíces del pudor, en las razones de una interdicción singular sobre una práctica banal y generalizada, en la hipocresía de la moral social, en la oposición entre una práctica corriente en privado y reprobada en público por aquellos mismos que la llevan a cabo, etcétera. Primera lección: el filósofo desenmascara las quimeras, todas las quimeras. 
Segunda postal: el encuentro entre el filósofo cínico y el hombre poderoso. Alejandro Magno, al tanto de la célebre reputación del pensador, acude a su ánfora y le dice: "Soy todopoderoso, pídeme lo que quieras y lo tendrás". En un griego que debemos traducir a la lengua de hoy, Diógenes responde: "Lárgate, me haces sombra" -"Apártate, me tapas el sol", dicen manuales de la época en que todavía se aprendía griego....- Segunda lección: el verdadero poder es el poder sobre uno mismo. Cualquier otro es una tiranía injustificable. Tercera postal: Diógenes pasa sus días tratando de reducir sus necesidades a lo estrictamente indispensable. Sabe que cuanta menos se tiene, más libre se es. El inventor del decrecimiento se despoja de todo lo innecesario; no guarda más que un abrigo para protegerse de las inclemencias del tiempo, una alforja para guardar su jarro y un palo para alejar a los inoportunos. Un día ve a un niño intentando tomar agua de una fuente con su mano. Ofuscado por no haber pensado en ello antes, se saca de encima el recipiente inútil y que tanto lo incomodó durante años. Tercera lección: el dominio del deseo es todo el dominio, y define al mismo tiempo la libertad absoluta, el otro nombre de la autonomía.
Existe una multitud de otras tarjetas postales menos conocidas: Diógenes dando vueltas a la plaza mientras arrastra un arenque con una cuerda para invitar a la gente a deshacerse de la opinión de los otros; Diógenes recorriendo las calles con una linterna en búsqueda de un hombre, pero no en el sentido de "un verdadero hombre" sino, de acuerdo con un humor difícil de interpretar uno que fuera El Hombre de Platón, su enemigo idealista, es decir La Idea del Hombre; Diógenes lanzando un gallo desplumado a las piernas del mismo filósofo que definía al hombre como un "bípedo sin plumas" -lo que también era el volátil desplumado- Diógenes el comedor de carne cruda, de carne humana, que de esta manera protesta contra lo arbitrario de las prohibiciones.
Diógenes pidiendo limosna, para acostumbrarse así al rechazo; Diógenes escupiéndole en la cara a un hombre, el único lugar sucio que ha encontrado; Diógenes deseando que permitan a su cadáver pudrirse en un foso para que entiendan que después de la muerte no hay nada; y tantas otras anécdotas que, juntas, enseñan a llevar una vida filosófica...
Se trata de inventar modalidades existenciales cínicas en un mundo en el que las formas han cambiado, ¡y cómo!, pero en el que en el fondo sigue siendo el mismo: siempre existirán los señores importantes a los que hay que sonarles la nariz, los profesores ciruela, los poderosos arrogantes y los que compran filósofos tal como se compran esclavos, a los que hay que aclararles que preferimos el sol antes que sus luces artificiales, los que nos impiden vivir y que merecen una buena patada en el culo, los vendedores de falsas novedades, que deberíamos abofetear con urgencia...

13 de setiembre del 2013.
HERÁCLITO DE EFESO
(nac. ca. 544 [fl. 504 -501])
FRAGMENTOS
712 (22 B 1) S. E. Adv. Math. VII 132: «Aunque esta razón existe siempre, los hombres se tornan incapaces de comprenderla, tanto antes de oírla como una vez que la han oído. En efecto, aun cuando todo sucede según esta razón, parecen inexpertos al experimentar con palabras y acciones tales como las que yo describo, cuando distingo cada una según la naturaleza y muestro cómo es; pero a los demás hombres les pasan inadvertidas cuantas cosas hacen despiertos, del mismo modo que les pasan inadvertidas cuantas hacen mientras duermen',
713 (22 B 2) S. E.Adv. Math VII 133: «Por lo cual es necesario seguir a lo común; pero aunque la razón es común, la mayoría viven como si tuvieran una inteligencia particular».
714 (22 B 3) AECIO, II 21: «Heráclito dice que el tamaño del sol es «del ancho de un pie humano».
715 (22 B 4) ALB. MAG., De Veget. VI 401: Heráclito dijo que, si la felicidad estuviera en los placeres del cuerpo, diríamos «felices los bueyes cuando hallan arvejas amargas.»
716 (22 B 5) ARISTÓCR., Teos. 68: «En vano se purifican manchándose con sangre, como si alguien, tras sumergirse en el fango, con fango se limpiara: parecería haber enloquecido, si alguno de los hombres advirtiera de qué modo obra. Y hacen sus plegarias a ídolos, tal como si alguien se pusiera a conversar con casas, sin saber qué pueden ser dioses ni héroes».
717 (22 B 6) ARIST., Meteor, II 2, 355a: «El sol es nuevo cada día».
718 (22 B 7) ARIST. De Sent. V 443a: «Si todas las cosas se convirtieran en humo, las narices discernirían».
719 (22 B 8) ARIST., Ét. Nicóm, VIII 2, 1155b: «Todo sucede según discordia».
720 (22 B 9) ARIST., Ét, NicómX 5, 1176a: «Los asnos preferirían desperdicios antes que oro».
721 (22 B 10) Ps.-ARIST., De Mundo 5, 396b: «Acoplamientos: cosas íntegras y no íntegras, convergente divergente, consonante disonante, de todas las cosas Uno y Uno de todas las cosas».
722 (22 B 11) PS.-ARITST., De Mundo 6, 401a: «Todo animal es llevado a pastar con un golpe».
723 (22 B 12) ARIO DÍD. en EUS., Prep. Ev. XV 20: «Sobre quienes se bañan en los mismos ríos afluyen aguas distintas y otras distintas».
724 (22 B 13) CLEM., Protr92, 4: .Los cerdos se regocijan más en el cieno que en agua limpia».
725 (22 B 14) CLEM., Protr22, 2: «A los Bacantes que danzan de noche, magos y celebrantes de Dioniso., iniciados en los misterios» a unos los amenaza con lo que les sucederá tras la muerte, a otros les profetiza el fuego: «pues sacrílega es la iniciación en lo que pasa por misterios entre los hombres».
726 (22 B 15) CLEM. Protr34, 5: «Si no hicieran la procesión a Dioniso y cantaran el himno a las partes impúdicas, procederían del modo más irreverente, «pero son lo mismo Hades y Dioniso; por ello enloquecen y celebran Bacanales',
727 (22 B 16) CLEM., Pedag, II 99, 5: .«¿Cómo podría alguien ocultarse de lo que no se pone?».
728 (22 B 17) CLEM., StromII 8, 1: «La mayoría no comprende cosas tales como aquellas con que se encuentran, ni las conocen aunque se las hayan enseñado, sino que creen haberlas entendido por sí mismos».
729 (22 B 18) CLEM., StromII 17. «Si no se espera lo inesperado, no se lo hallará, dado lo inhallable y difícil de acceder que es».
730 (22 B 19) CLEM., StromII 24. «No saben escuchar ni hablar. .
731 (22 B 20) CLEM., Strom. III 14: «Una vez que nacen quieren vivir y tener su muerte», o más bien reposar, «y dejar tras sí hijos que generen muertes».
732 (22 B 21) CLEM., StromIII 21 : «Muerte es cuantas cosas vemos al despertar, sueño cuantas vemos al dormir».
733 (22 B 22) CLEM, StromIV 4: «Los que buscan oro excavan mucha tierra y encuentran poco».
734 (22 B 23) CLEM., Strom, IV 9: «No conocerían el nombre de Dike, si tales cosas no existieran».
735 (22 B 24) CLEM., StromIV 16: «A los caídos en la guerra», «los honran los dioses y los hombres».
736 (22 B 25) CLEM., StromIV 49: «Muertes más grandes obtienen suertes más grandes».
737 (22 B 26) CLEm., StromIV 141: «El hombre en la noche enciende para sí una luz, cuando», al morir, «se han apagado sus ojos; viviendo toca al muerto», al dormir, cuando se han apagado sus ojos, despierto toca al que duerme».
738 (22 B 27) CLEM., Strom, IV 144: «A los hombres que mueren les aguardan cosas que no esperan ni se imaginan».
739 (22 B 28) CLEM., StromV 9: «El más digno de fe conoce y custodia las cosas que le parece. Y no obstante, Dike condenará también a los procreadores y testigos de cosas falsas».
740 (22 B 29) CLEM., StromV 59: «Los mejores escogen una cosa en lugar de todas: gloria perpetua en lugar de cosas mortales; pero la mayoría es saciada como el ganado».
741 (22 B 30) CLEM., StromV 104-SIMPL., Del Cielo 294, 4: «Este mundo, el mismo para todos, ninguno de los dioses ni de los hombres lo ha hecho, sino que existió siempre, existe y existirá en tanto fuego siempre vivo, encendiéndose con medida y con medida apagándose».
742 (22 B 31) CLEM., Strom, V l05: «Fases del fuego: en primer lugar mar; del mar, la mitad tierra y la mitad torbellino ígneo». «El mar se dispersa y es medido con la misma razón que había antes de que se generase la tierra».
743 (22 B 32) CLEM., StromV 115: «Uno, lo único sabio, quiere y no quiere ser llamado con el nombre de Zeus».
744 (22 B 33) CLEM., StromV 115: «Es ley, también, obedecer la voluntad de lo Uno».
745 (22 B 34) CLEM., StromV 115: «Incapaces de comprender tras escuchar, se asemejan a sordos; de ellos da testimonio el proverbio: aunque estén presentes, están ausentes».
746 (22 B 36) CLEM., Strom, VI 17: «Para las almas es muerte convertirse en agua; para el agua es muerte convertirse en tierra; pero de la tierra nace el agua y del agua el alma».
747 (22 B 37) COLUM., VIII 4: «Los cerdos se lavan en el cieno, las aves de corral en el polvo o cenizas».
748 (22 B 39) D. L., I 88: «En Priena nació Bías de Teutameo, cuya valía era mayor que la de los demás».
749 (22 B 40) D. L., IX 1: «Mucha erudición no enseña comprensión; si no, se la habría enseñado a Hesíodo y a Pitágoras y, a su turno, tanto a Jenófanes como a Hecateo».
750 (22 B 41) D. L, IX 1: «Una sola cosa es lo sabio: conocer la Inteligencia que guía todas las cosas a través de todas».
751 (22 B 42) D. L., IX 1: «Homero es digno de ser expulsado de las competiciones y azotado; y Arquíloco, de modo similar».
752 (22 B 43) D. L., IX 2: «La desmesura debe ser apagada más que un incendio.»
753 (22 B 44) D. L., IX 2: «El pueblo debe combatir más por la ley que por los muros de su ciudad».
754 (22 B 45) D, L., IX 7: «Los límites del alma no los hallarás andando, cualquiera sea el camino que recorras; tan profundo es su fundamento».
755 (22 B 47) D. L., IX 73: «No hagamos conjeturas al azar acerca de las cosas supremas».
756 (22 B 48) Etym. Magn. 198, 23: «Nombre del arco es vida; su función es muerte».
757 (22 B 49) GAL., De dign. puls. VIII 773: «Uno solo es para mí como miles, si es el mejor».
758 (22 B 50) HIPÓL., IX 9, 1: «Cuando se escucha, no a mí, sino a la Razón, es sabio convenir en que todas las cosas son una».
759 (22 B 51) HIPÓL., IX 9, 2: «No entienden cómo, al diverger, se converge consigo mismo: armonía propia del tender en direcciones opuestas, como la del arco y de la lira».
760 (22 B 52) HIPÓL., IX 9, 4: «El tiempo es un niño que juega, buscando dificultar los movimientos del otro: reinado de un niño».
761 (22 B 53) HIPÓL., IX 9, 4: «Guerra es padre de todos, rey de todos: a unos ha acreditado como dioses, a otros como hombres; a unos ha hecho esclavos, a otros libres».
762 (22 B 54) HIPÓL., IX 9, 5: «La armonía invisible vale más que la visible».
763 (22 B 55) HIPÓL., IX 9, 5: «De cuantas cosas hay vista, audición, aprendizaje, a ellas prefiero».
764 (22 B 56) HIPÓL., IX 9, 5: .Se equivocan los hombres respecto del conocimiento de las cosas manifiestas, como Homero, quien pasó por ser el más sabio de todos los griegos. A éste, en efecto, lo engañaron unos niños que mataban piojos y le decían: cuantos vimos y cogimos, a ésos los dejamos; cuantos no vimos ni cogimos, a ésos los llevamos».
765 (22 B 57) HIPÓL., IX 10, 2: «Maestro de muchos es Hesíodo: consideran que sabe muchas cosas éste, quien no conoció el día y la noche, ya que son una sola cosa».
766 (22 B 58) HIPÓL., IX 10, 2-3: «Los médicos, que cortan y queman», reclaman por no recibir salario digno», pero producen lo mismo «que las enfennedades».
767 (22 B 59) HIPÓL., IX 10, 4: «El camino recto y curvo del rodillo de cardar es uno y el mismo».
768 (22 B 60) HIPÓL., IX 10, 4: «El camino hacia arriba y hacia abajo es uno y el mismo».
769 (22 B 61) HIPÓL., IX 10, 5: «El mar es el agua más pura y más contaminada: para los peces es potable y saludable; para los hombres, impotable y mortífera».
770 (22 B 62) HIPÓL., IX 10, 6: «Inmortales mortales, mortales inmortales, viviendo la muerte de aquéllos, muriendo la vida de éstos».
771 (22 B 63) HIPÓL., IX 10, 6: «Se levantan y se convierten en guardianes despiertos de vivos y de muertos».
772 (22 B 64) HIPÓL., IX 10, 7: «Todas las cosas las gobierna el Rayo».
773 (22 B 65) HIPÓL., IX 10, 7: «Indigencia y saciedad» .
774 (22 B 66) HIPÓL., IX 10, 7: «A todas las cosas, al llegar el fuego, las juzga y condena».
775 (22 B 67) HIPÓL., IX 10, 8: «El dios: día noche, verano invierno, guerra paz, saciedad hambre; se transforma como fuego que, cuando se mezcla con especias, es denominado según el aroma de cada una».
776 (22 B 72) MARCO ANTON., IV 46: «De aquello con lo cual más continuamente están juntos divergen ».
777 (22 B 73) MARCO ANTON., IV 46: «No se debe hacer ni decir como los que duermen».
778 (22 B 75) MARCO ANTON., IV 46: «Los que duermen son hacedores y colaboradores de lo que sucede en el mundo».
779 (22 B 78) ORÍG., C. Celso VI 12: «El carácter humano no cuenta con pensamientos inteligentes, el divino sí».
780 (22 B 79) ORÍG., C. Celso VI 12: «El hombre puede ser llamado niño frente a la divinidad, tal como el niño frente al hombre».
781 (22 B 80) ORÍG., C. Celso VI 42: «Es necesario saber que la Guerra es común, y la justicia discordia, y que todo.sucede según discordia y necesidad».
782 (22 B 81) FILód., Ret, I, cols. 57 y 62: (Pitágoras) «iniciador de fraudes».
783 (22 B 82-83) PLATÓN, H. Mayor 289a-b: «El más bello de los monos, al compararlo con la especie de los hombres, es feo», pero también «el más sabio de los hombres en relación con Dios parece un mono tanto en sabiduría como en belleza y en todo lo demás».
784 (22 B 84a) PLOT., IV 8, 1: «Cambiando se descansa».
785 (22 B 84b) PLOT., IV 8, 1: «Es fatiga esforzarse para otros y ser mandado».
786 (22 B 85) PLUT., Coriol22: «Difícil es combatir con el corazón: pues lo que desea se compra al precio de la vida».
787 (22 B 86) PLUT., Coriol, 38: La mayoría de las cosas divinas «escapan al conocimiento por falta de fe».
788 (22 B 87) PLUT., De aud., 41a: «Un hombre estúpido suele excitarse con cualquier palabra».
789 (22 B 88) PLUT., Consol. ad Apoll. 106e: «Como una misma cosa está en nosotros lo viviente y lo muerto, así como lo despierto y lo dormido, lo joven y lo viejo; pues éstos, al cambiar, son aquéllos, y aquéllos, al cambiar, son éstos».
790 (22 B 89) PLUT., De superst. 166c: «Para los despiertos hay un mundo único y común, mientras que cada uno de los que duermen se vuelve hacia uno particular».
791 (22 B 90) PLUT., De E 388e: «Con el fuego tienen intercambio todas las cosas y con todas las cosas el fuego, tal como con el oro las mercancías y con las mercancías el oro».
792 (22 B 91) PLUT., De E. 392b: «Se desparrama y se recoge», «confluye y abandona», «se acerca y se aleja».
793 (22 B 92) PLUT., De Pyth. Or. 397a: «La Sibila, con su boca delirante, profiere palabras lúgubres».
794 (22 B 93) PLUT., De Pyth. Or. 400d-e: «El Señor, cuyo oráculo está en Delfos, no dice ni oculta, sino indica por medio de signos».
795 (22 B 94) PLUT., De Exil. 604a: «El sol no traspasará sus medidas; si no, las Erinias, asistentes de Dike, lo descubrirán».
796 (22 B 95) PLUT., De aud., 43d: «La ignorancia es mejor disimularla».
797 (22 B 96) PLUT., Quaest. Conviv., 1V 668f: «Los cadáveres deberían ser arrojados al estiércol».
798 (22 B 97) PLUT., An seni, resp., 787c: «Los perros ladran al que no conocen».
799 (22 B 98) PLUT., De fac. in orbe lun. 943d: «Las almas tienen olfato bajo el Hades».
800 (22 B 99) PLUT., Aq. an ign. util., 957a: «Si no hubiera sol, sería de noche».
801 (22 B 100) PLUT., Plat. Quaest. 1007d: «las estaciones llevan todas las cosas».
802 (22 B 101) PLUT., Adv. Colot., 1118c: «Me investigué a mí mismo».
803 (22 B 101a) POLIB., XII 27. «Los ojos son testigos más exactos que los oídos».
804 (22 B 102) PORF., Cuest. Hom. a Il., 1V 4: «Para el dios todas las cosas son bellas y justas, mientras los hombres han supuesto que unas son injustas y otras justas».
805 (22 B 103) PORF., Cuest. Hom. a Il., XVIII 200: «Común es el comienzo y el fin en la circunferencia de un círculo».
806 (22 B 104) PROCLO, Alc. May., pág, 255: «¿Qué es lo que comprenden o se proponen? ¿Hacen caso a los aedos del pueblo y toman como maestro a la masa, ignorando que muchos son los malos, pocos los buenos?».
807 (22 B l05) Esc. a Il. XVIII 251: «Homero, astrólogo»,
808 (22 B 106) PLUT., Cam. 19: «La naturaleza de cada día es única».
809 (22 B 107) S. E., Adv, Math. VII 126: «Malos testigos son para los hombres los ojos y los oídos cuando se tienen almas bárbaras».
810 (22 B 108) ESTOB., Flor., III 1, 174: «De cuantos he escuchado discursos, ninguno llega hasta el punto de comprender que lo Sabio es distinto de todas las cosas».
811 (22 B 110) ESTOB., Flor. III 1, 176: «Para los hombres no sería mejor que sucedieran cuantas cosas quieren».
812 (22 B 111) ESTOB., Flor. III 1, 177. «La enfermedad hace a la salud agradable y buena; el hambre, a la saciedad; la fatiga, al reposo».
813 (22 B 112) ESTOB., Flor. III 1, 178: «El comprender es la suprema perfección, y la verdadera sabiduría hablar y obrar según la naturaleza, estando atentos».
814 (22 B 114) ESTOB., Flor. III 1, 179: «Es necesario que los que hablan con inteligencia confíen en lo común a todos, tal como un Estado en su ley, y con mucha mayor confianza aún; en efecto, todas las leyes se nutren de una sola, la divina».
815 (22 B 117) ESTOB., Flor. III 5, 7: «Cuando el hombre se embriaga, se tambalea y es conducido por un niño impúber, sin atender por dónde va, al tener su alma húmeda».
816 (22 B 118) ESTOB., Flor. III 5, 8: «El alma seca es la más sabia y la mejor».
817 (22 B 119) ESTOB., Flor. IV 40, 23: «El carácter es para el hombre su demonio».
818 (22 B 120) ESTR., 1 6: «Los límites del amanecer y del atardecer, la Osa y, opuesto a la Osa, el término del brillante Zeus».
819 (22 B 121) ESTR., XIV 25: «Merecerían los efesios ser ahorcados todos los que ya no son niños, y abandonar en la ciudad a los que aún son niños, porque desterraron a Hermodoro, el varón más útil entre ellos, diciendo: 'Que ninguno de nosotros sea el único más útil; si no, que lo sea en otro lado junto a otros'».
820 (22 B 122) Suda: (Ponerse aparte) «Ponerse al lado».
821 (22 B 123) TEM., Discursos V 69: «A la naturaleza le place ocultarse».
822 (22 B 124) TEOFR., Met. 7a: «El más bello omamento es como un montón de desperdicios echados al voleo».
823 (22 B 125) TEOFR., De vertig., 9: «También la bebida de cebada se descompone si no se mueve».
824 (22 B 125a) TZETZES, Com. a Aristóf, Plut. 90a: «Que no os falte la riqueza, oh Efesios, para que se os pueda condenar por ser malvados».
825 (22 B 126) TZETZES, Escolio a Exég., II, 11 : «Las cosas frías se calientan, lo caliente se enfría, lo húmedo se seca, lo reseco se humedece».
826 (22 B 129) D. L., VIII 6: Pitágoras, hijo de Mnesarco, se ejercitó en informarse más que los demás hombres, y con lo que extrajo de esos escritos formó su propia sabiduría: mucha erudición, arte de plagiarios.

jueves, 16 de octubre de 2014

CONCEPTO DE FILOSOFÍA

César A. Guardia Mayorga
Presentación:
"Pareciese que los filósofos en el Perú ya no expresan sus puntos de vista, se han extinguido o viven en sus cuarteles de invierno espectando los Mitos de Platòn sin pensar el presente crucial. Sin interesarles el drama humano o los avatares de la crìsis moral generalizada. Por ello, es un imperativo categòrico una lectura reflexiva de los trabajos del Dr. César Guardia Mayorga, sobre los conceptos diversos acerca de la filosofía. Èstos escritos - poco conocidos - no pierden vigencia en su manejo pedagògico. Estos apuntes, son documentos bàsicos de iniciaciòn filosòfica. Deben servir para ahondar la reflexión y el aprender en la vida cotidiana para resolver problemas. Para conocer la realidad presente y contribuir a su humanización. Como dice Guardia Mayorga, conocer no es simplemente percibir o acumular conceptos sobre una realidad para llegar a una concepción universal; conocer es explicar, y algo se explica sólo a condición de descubrir las leyes que lo rigen y llegar al conocimiento concreto de la realidad para transformarlo. Por eso estas reflexiones del autor no han perdido vigencia en el tiempo. Presupone un motor existencial ideal y no sòlo un motor biològico" Oscar A. Agrada E.
CONCEPTO DE FILOSOFÍA
La palabra filosofía, surgió con tanta modestia en boca de Pitágoras, ha cobrado tal grado de universalidad y vaguedad, que por sí sola ya constituye todo un problema. Filosofía resulta la opinión del hombre común sobre al mundo que lo rodea, como las concepciones de los pensadores; filosofía es la divagación de los filósofos idealistas, como la investigación de los filósofos materialistas; filosofía es la pretensión de los filósofos idealistas, como la investigación de los filósofos materialistas; filosofía es la pretensión individual de tener una concepción del mundo, como la investigación social e histórica sobre este problema. No es, pues, extraño que resulte difícil delimitar el verdadero objetivo de la filosofía ni que hayan proliferado las definiciones sobre ella, tanto que no faltan autores que piensan que es preferible reducirse a estudiar estas definiciones, que atreverse a llegar a una sola definición. Aprobar este criterio seria aceptar la existencia de muchas filosofías. Si es cierto que ésta es la realidad que ofrece el panorama filosófico hasta nuestros días, el futuro ha de depararnos un cuadro diferente. En el campo científico se emiten varias teorías para solucionar un mismo problema. De ellas una sola resulta verdadera cuando es debidamente comprobada. Lo mismo tiene que suceder con las doctrinas filosóficas, que son otras tantas teorías para solucionar problemas universales. El desarrollo histórico de la sociedad humana se encargará de separa el metal de la escoria, la verdad del error. Desaparecerá, entonces el antagonismo entre materialismo e idealismo y se llegara a una sola concepción filosófica que ahondará en el estudio y la solución de los problemas y leyes universales, como las ciencias ahondan ahora en el estudio y solución de los problemas en las que las ideas filosóficas parecen desligadas de la religión y aun contrapuestas.
García Morente piensa que solo es posible dar una definición de la filosofía cuando se le domine, cuando se le haya vivido. Puede que tenga razón. Pero hay que tener en cuenta que las vivencias estarán de acuerdo, principalmente, con la clase de filosofía que se adopte. No será la misma la vivencia filosófica del idealista, del materialista o del místico. Si fuese suficiente tener vivencias filosóficas para llegar a un concepto claro de lo que es la filosofía, llegaríamos al final con tantas vivencias como filósofos o doctrinas filosóficas existen, es decir con tanta confusión como al comienzo. Pero como la filosofía no se reduce a opiniones de los filósofos ni a las combinaciones o síntesis de ella, es necesario investigar históricamente lo que se entiende por filosofía; hay que intentar formarse un concepto de la filosofía desde un comienzo, como orientación general. Luego este concepto se irá aclarando, ahondando o rectificando a medida que profundicemos en los estudios filosóficos y científicos.
La dificultad de llegar a un concepto claro de lo que es la filosofía no debe extrañarnos ni volvernos escépticos. Las ciencias particulares tropezaron con esta misma dificultad en el proceso de su formación y desarrollo. Pensemos en la física de Aristóteles y en la física de Einstein; recordemos las vicisitudes de la Sicología desde su concepción metafísica hasta la posición científica que hoy ocupa, y tendremos una mayor comprensión para juzgar el problema del concepto de la Filosofía. Sin embargo, existe el perjuicio de adjudicar sólo a la Filosofía la dificultad de la delimitación de su campo siendo así que tanto ella como las ciencias soportaron el periodo invernal del Medioevo; gozaron de la primavera del Renacimiento, participaron en el desarrollo general de los Tiempos Contemporáneos y, después de todo, ambas apenas balbucean verdades. Las ciencias delimitaron más fácil y rápidamente sus campos de investigación y sus objetivos, por corresponder a realidades concretas, observables y experimentables. La determinación del campo filosófico se hace mucho más difícil, tanto por la universalidad de sus problemas y el grado superior de abstracción y generalización que se emplea en su estudio, como por el subjetivismo que siembra la obscuridad y confusión en él.
Expuestas estas generalidades, veamos cómo han ido planteándose los principales conceptos de filosofía a través de la historia, para terminar haciendo una crítica de ellas.
La filosofía occidental aparece definitivamente en Grecia, sin que por esto podamos admitir la afirmación exagerada de Heidegger cuando escribe: “La frase: la filosofía es griega en su esencia, no quiere decir otra cosa que: el Occidente y Europa, y sólo ellos son originalmente “filosóficos” en lo más interno de su evolución” (“Qué es esto, La Filosofía”). La Filosofía es un patrimonio de todos los pueblos cuando llegan a un determinado nivel cultural.
Es verdad que las concepciones filosóficas idealistas de los pueblos orientales se hallan tan íntimamente ligadas a la religión, que resulta difícil delimitar sus campos. En la India, por ejemplo, el Absoluto de la filosofía se identifica con el Brahama de la religión, y en ambos casos el objetivo que se persigue es la liberación del espíritu de las redes de la materia. Pero no sucede lo mismo con las doctrinas materialistas, conscientemente postergadas y olvidadas, en las que las ideas filosóficas aparecen desligadas de la religión y aún contrapuestas.
En Grecia la filosofía aparece como una reacción contra la concepción mítica, como explicación racional del mundo. El filósofo insurge humanizándose y revelándose contra los propios dioses inventados por la imaginación humana. Es la insurrección de la razón contra la fe, de la libertad de pensamientos contra la autoridad fedeísta. Prometeo es el símbolo del nuevo hombre occidental que insurge. La respuesta que da a Hermes es la expresión de la nueva conciencia que aparece. “Ten la seguridad –le dice- de que nunca cambiaré mi miserable suerte por tu servidumbre. Prefiero estar atado a esta roca que ser el sumiso siervo del Padre Zeus”.
En el proceso filosófico que va de Tales a Aristóteles, se pasa de la naturaleza a entidades ideales, como objetivos de la filosofía, es decir, de la filosofía materialista a la filosofía idealista. En este último caso, la filosofía se aparta de su papel liberador de la conciencia humana y de la explicación objetiva del mundo, utilizando tanto el pensamiento, que pierde contacto con la realidad exterior y se abisma en un mundo puramente ideal. En esta nueva situación el hombre liberado de los mitos queda sometido al imperio de sus concepciones lógicas, es decir, a una especio de mitología racionalizada, sin escuchar ya las voces de los neofísicos ni de los hipocráticos. Es vedad que en este proceso no todo es negativo. Lentamente se va ampliando el campo cognoscitivo del hombre, y entre la enmarañada y oscura estructura de las concepciones filosóficas fulgura al luz débil de una que otra verdad, como reluce la chispa de oro en el montón de mineral.
En este proceso histórico aparece, se desarrolla y va variando el concepto de filosofía. Primeramente surgen los siete sabios, llamados así por la amplitud de sus conocimientos, por la conducta que observan y por los juicios sentenciosos que emiten, más que por los descubrimientos científicos o meditaciones filosóficas que realizan.
La palabra “filosofía” solo aparece en el siglo VI a.n.e. A la pregunta de León tirano de los filiasios, de quien era, Pitágoras responde con modestia: “Filósofo”, queriendo expresar que no era sabio (sophos), sino apenas un amante de la sabiduría (philo sophos). Posteriormente, en el siglo V a.n.e., Herodoto introdujo el verbo “Filosofar”, convirtiendo la simple actitud del hombre frente al saber en una actitud mental superior. Sólo en la Academia y el Liceo, la palabra “filosofía” llega a tener el significado de ciencia suprema, de sinónimo de sabiduría.
Surge, entonces, la interrogación sobre lo que es la sabiduría ¿‘Sera el conocimiento que nos proporcionan los sentidos sobre una realidad cambiante y fragmentaria? Platón y Aristóteles responden negativamente. La sabiduría es el conocimiento de la esencia misma de las cosas, de lo que eternamente conserva su identidad frente al devenir fenoménico. Ya la Diosa de la Verdad había aconsejado a Parrnénides, “apartarse del habito preñado de experiencias que obliga al hombre a entrar por este camino movimiento ciegos ojos y zumbantes oídos”.
Platón al concebir la existencia de un mundo sensorial ilusorio, y de un mundo de Ideas real, piensa que el conocimiento perceptible conduce apenas a la opinión (doxa), y que sólo el conocimiento racional (episteme) puede llevarnos a la verdad, es decir, al conocimiento de las ideas, esencia de todas las cosas. Este sería el conocimiento que conduce a la sabiduría. Por esto la filosofía para Platón “es la ciencia de las realidades inteligibles que sólo la razón puede alcanzar y que no caen bajo los sentidos”; o en otras palabras la filosofía es la ciencia de lo inmutable.
Desarrollando la misma tendencia de buscar lo esencial lo inmutable tras lo mutable, Aristóteles considera a la filosofía como la ciencia suprema que estudia el ser cuanto ser, las primeras causas y los últimos fines.
Todavía Aristóteles emplea la palabra “ser” como sinónimo de esencia dentro de su tendencia realista; pero siguiendo la corriente parmenídica y platónica, ya le da un significado metafísico, que lo desliga de su esencialidad material para convertirlo en una entidad abstracta que será objeto de la futura Ontología.
Diógenes de Laercio dice; “La filosofía versaba solamente sobre una parte, que es la física: después Sócrates añadió la moral, y últimamente Platón aumento la dialéctica y terminó por perfeccionar la filosofía”. Omite el autor a Parménides y Aristóteles que introdujeron la Ontología y a Aristóteles creado de la Lógica y la Sicología, hasta convertir la filosofía en la ciencia suprema que todo lo comprende.
Los objetivos de la filosofía clásica de los griegos variaron fundamentalmente cuando sobrevino la descomposición de la sociedad esclavista. Los pensadores helenísticos, cansados y decepcionados de las luchas políticas, de las continuas guerras y de las interminables controversias filosóficas, ya sólo aspiraron a buscar la tranquilidad del espíritu, la ataraxia, aislándose y sumiéndose en su mundo subjetivo, como sucede siempre en épocas de crisis profunda. Consecuentes con esta aspiración, los filosóficos abandonaron la búsqueda de la verdad y estudio de la naturaleza y se dedicaron a la elaboración de principios filosóficos y normas ética que les permitiera alcanzar su máximo objetivo. Como medio, los escépticos apelaron a la duda; los estoicos a la ética y a teología, y los epicúreos a eliminar los temores e inquietudes del hombre mediante la explicación natural de la muerte y de los fenómenos de la naturaleza, negando la inmortalidad el alma, la existencia de un mundo ultraterreno y la intervención de los dioses en la marcha del mundo y en la vida de los hombres. En estas condiciones, la filosofía pierde jerarquía y acaba por ser para Cicerón “la maestra de la vida, inventora de las leyes, guía de la virtud”, y para Séneca, “la teoría y el arte de la recta conducta de la vida”. Con razón dice Svetlov que estas filosofías eran “medicinas morales que habrían de ayudar a la moribunda clase de los esclavistas a ser firme, imperturbable y tranquila”.
Al finalizar la filosofía griega, podemos observar que los principales problemas que había afrontado son los siguientes: el principio originario de todas las cosas, el ser, el devenir, Dios, el espíritu, la gnoseología, la sicología, la ética, la lógica y algunas cuestiones científicas.
Con el advenimiento de la Edad Media, dominada por la fe y el dogma, el origen del mundo queda solucionado de acuerdo con el principio bíblico de la creación; persiste el ser de Aristóteles y desaparece el devenir de Heráclito y el atomismo de Demócrito; se exalta el interés por el espíritu y se descuida el estudio del cuerpo humano; las especulaciones teológicas absorben el pensamiento de la época y se abandona la investigación de la naturaleza por no ser útil para alcanzar la salvación eterna. Los problemas gnoseológico y éticos despiertan la atención de los teólogos, y son afrontados, principalmente, por Agustín de Hipona y Tomás de Aquino con criterio platónico y aristotélico respectivamente; la lógica degenera en la silogística, la sicología se reduce casi a una repetición de las ideas de los fundadores de la Academia y el Liceo, adornadas con una aureola religiosa. En estas condiciones, el pensamiento medioeval queda dividido, en dos campos: el teológico que tiende al conocimiento y explicación de Dios, y el filosófico al fundamentar racionalmente las verdades, creencias dogmas religiosos. La filosofía pierde así su independencia y se convierte en planta de sombra, con hoja y flores amarillentas y con frutos sin semillas.
Esta situación se prolonga hasta la Revolución renacentista, en la cual se empiezan a plantear y afrontar los problemas filosófico a la luz de la razón liberada del dominio de la fe, contando con el apoyo de la burguesía que lucha contra el feudalismo y de la ciencia que comienza a desarrollarse.
Al recobrar la razón su independencia prolifera las doctrinas filosófica y, como consecuencia, también las definiciones sobre la filosofía. La tendencia general, que se acentúa en la Edad Moderna es la de conceder una capacidad ilimitada a la razón en la búsqueda de la verdad. De acuerdo con ella, Descartes considera que la filosofía es el medio de llegar a conocimientos racionales claros y evidentes por sí mismo; para Francisco Bacon en la ciencia de la razón; Hobbes le asigna como objetivo el conocimiento de las relaciones causales asequibles a la luz natural de la razón humana; para Wolff es la ciencia de la elaboración de los conceptos, etc. la misma orientación informa el pensamiento de Spinoza y Leibniz, hasta que Hegel convierte al filosofía en la ciencia de lo Absoluto, en la consideración pensante de los objetos.
HEGEL
Casi paralelamente a esta tendencia se desarrolla el estudio de los problemas del conocimiento. Los conceptos que tienen de la filosofía, Locke, Berkeley y Kant, están orientados en este sentido. Berkeley y Kant, están orientados en este sentido. Locke dice que la filosofía es el conocimiento verdadero de las cosas; Berkeley, que es el estudio de la sabiduría y de la verdad, etc.
El desarrollo científico que se alcanza en la segunda mitad del siglo XVIII, radicaliza la reacción contra todo lo que signifique dogmatismo, metafísica o escolástica, Entonces, D’Alembert llega a afirmar: “La filosofía no es otra cosa que la aplicación de la razón a los diferentes objetos sobre los cuales puede ejercitarse”. Se piensa que la ciencia y la razón son suficientes para alcanzar la felicidad del hombre. Diderot escribe: “Hoy que la filosofía avanza a grandes pasos… y que se comienza a sacudir el yugo de la autoridad y del ejemplo para atenerse a las leyes de la razón, no existe apenas una obra elemental o dogmatica de la cual estemos satisfechos”. Y luego añade: “E s preciso pisotear todas estas viejas puerilidades, derribar barreras, que no son barreras de la razón, devolver a las ciencias y a las artes una libertad para ellas tan preciosas”.
La nueva orientación hace que la filosofía tienda a abandonar el campo de los estudios abstractos para dirigir su mira hacia el conocimiento de la naturaleza, completando así los objetivos de las ciencias, que cada vez alcanzan mayor importancia. Esta tendencia continúa durante el siglo XIX, después de la reacción espiritualista e idealista que se produce en las primeras décadas, e influye notablemente en la elaboración de nuevas definiciones de la filosofía. La importancia que se concede a la ciencia está bien expresada en esta afirmación de Renán: “La Ciencia es una religión; solo la ciencia podrá suministrar al hombre la solución de los enigmas eternos, a los que la naturaleza humana exige imperiosamente una respuesta”, o cuando Goyau dice : “Hoy estamos menos inclinado a creer, más dispuesto a investigar”.
La influencia del desarrollo científico en el concepto de la filosofía, se aprecia muy bien en dos de las principales doctrinas que surgen en esta época: el positivismo y el materialismo dialéctico.El positivismo de Comte, representa una reacción radical contra todo lo que significa metafísica, y un desconocimiento del contenido propio de la filosofía. El científico, según él, debe renunciar a la investigación de las esencias, de las primeras causas y de los últimos fines; y dedicarse exclusivamente a lo experimentable, al descubrimiento de las leyes que rigen las relaciones fenoménicas. Con este criterio reduce la filosofía a una disciplina que hace de su especialidad el estudio de las generalizaciones científicas. Si las ciencias particulares exploran las distintas partes de la realidad exterior, a la filosofía corresponde conocer sumariamente la relación existente entre las ciencias particulares. En esta forma la filosofía llega a convertirse en una especie de enciclopedia científica o ciencia de las ciencias. Así cree Comte haber conseguido reemplazar a la filosofía por la ciencia situándose por encima del materialismo y del idealismo cuando en realidad sólo encubre su idealismo como ropaje científico.
El materialismo dialectico aprovecha los resultados obtenidos por las ciencias en un sentido diferente al positivismo. El objetivo de Marx y Engels es convertir la filosofía especulativa en una filosofía científica que contribuya a la transformación de la naturaleza y a la organización y dirección consciente de la sociedad.
La filosofía tiene su base en las ciencias particulares, pero difiere en su objetivo; la filosofía estudia el mismo mundo que investiga las ciencias, en sus aspectos universales. Si las ciencias tienden a descubrir y estudiar las leyes de cada uno de los sectores de la realidad exterior; el materialismo; dialéctico asigna a la filosofía el estudio e investigación de las leyes universales que rigen la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. Pero las leyes particulares, ni éstas aisladas de aquéllas; por lo mismo que la materia no existe en sí, sino manifestándose siempre en seres concretos, y que el universo constituye una unidad material. De aquí que la filosofía y las ciencias tengan su propio campo de estudio e investigación, íntimamente relacionados; de aquí que la filosofía tenga un contenido propio específico, que ninguna otra ciencia puede disputarle.
En el siglo XIX los estudios sicológicos progresaron notablemente, lo que también influyó en el concepto de filosofía. Se llego a pensar que la experiencia interna ofrecía una plena realidad, mientras que el mundo exterior, revelado por los sentidos, solo tenía una importancia fenoménica. Esta creencia indujo a determinados filósofos a querer adjudicar a la filosofía el descubrimiento de la verdad que mora en la vida interior del hombre, actualizando así las doctrinas de Sócrates y Platón. Beneke escribe: “Si mi opinión se impone, toda la filosofía se trasformara en ciencia natural del alma humana”; John Stuart Mill sostiene que la filosofía “es la ciencia del espíritu o de la experiencia interior”.
Finalmente veamos los principales conceptos que se han vertido sobre la filosofía en lo que va del siglo XX.
En el proceso de acentuación de las controversias ideológicas entre el materialismo dialéctico y del idealismo, a partir de fines del siglo XIX hasta nuestros tiempos, Bergson reduce la filosofía a un conocimiento intuitivo; para Windelband es el estudio de los valores de validez universal; para Heidegger, el estudio de la “esencia del ser”, que no debe confundirse con la esencia de “lo que es”. Lo que el ser es lo intuimos en nosotros mismos, porque es esencial al yo aprehenderse primariamente en su “ser” y no en la “quididad” de ese su ser, en oposición al mundo circundante de las cosas, que primeramente se nos presenta como “algo” cualitativamente determinado. Para no cansar con otras definiciones semejantes, basta añadir que para el existencialismo sartreano, la filosofía es el estudio de la “existencia”, partiendo de la tesis de que en el hombre primero es el existir y después el ser. Por su parte, Rudolf Carnap, uno de los más destacados representantes del neopositivismo, indica que la filosofía no estriba en el conocimiento de la naturaleza, del mundo exterior, sino en el análisis lógico de los conceptos y las proposiciones. La filosofía debe abandonar los problemas “metafísicos” de la existencia objetiva y de la cognoscibilidad del mundo exterior. De esta manera, al rechazar que el problema fundamental de la filosofía es la relación entre el ser y el pensar, entre los conceptos y la realidad exterior, la despoja de su verdadero objetivo.



LA FILOSOFÍA COMO BUSQUEDA DE LA VERDAD
Ahora bien, si la verdad se da al hombre a través del conocimiento y la práctica, ella no puede ser alcanzada de una sola vez como un todo, sino parcial y lentamente en el proceso histórico de la sociedad humana, gracias a la actividad unitaria de los sentidos, de la razón y de al practica. En el desarrollo historio del conocimiento se va pasando de verdad relativa a verdades absolutas, es decir, nos vamos acercando cada vez más a un reflejo más claro y justo de la realidad exterior, sin que nunca podamos llegar al conocimiento absoluto del todo. En este sentido podemos decir que nuestros conocimientos describen una línea asintótica. No se puede, pues, considerar la verdad como una entidad ubicada en la mente del hombre, en el espíritu o en la divinidad, conocida solo por la razón pura de una vez para siempre. La verdad “No es una moneda acuñada que puede darse y recibir simas” (Hegel).
Los idealistas asocian íntimamente la verdad con el espíritu en un plano abstracto, y piensan que la verdad reside en él, o que el espíritu es el que descubre la verdad, en contraposición al cuerpo y a los sentidos que inducen al error. Lo cierto es que el hombre no viene al mundo capacitado ya que para descubrir la verdad y evitar error, por el simple hecho de tener espíritu. La capacidad para realizar esta tarea la adquiere el hombre a través del conocimiento científico, filosófico y práctico, que va conquistando no solo en el curso de su vida, sino en el desarrollo histórico de la sociedad humana. O sea que el descubrimiento de la verdad no corresponde a una entidad espiritual, ni el error tiene su fuente en los sentidos ni en las tentaciones de la carne. El sujeto de la verdad es el hombre y el objetivo de la verdad es el mudo exterior.
Por ser la verdad objetiva, no puede ser patrimonio del hombre, de una casta ni de una clase social. Solo el idealista puede darse el lujo de decir esta es mi verdad, porque ella depende de él, al convertir su opinión en una verdad que aspira a imponer a los demás aunque no tenga más fundamento ni control que su propia razón, el bueno deseo y la habilidad lógica.
Tanto la filosofía como las ciencias tienden al descubrimiento de la verdad, pero de la verdad objetiva, no de una verdad eterna e ilusoria que previamente ha sido ubicada en algún lugar, al margen de la relaciones del hombre con la naturaleza. Esta clase de verdad no puede ser objetivo de la filosofía porque así considera solo existe en la mente de los que así la conciben......
Si la filosofía es un reflejo superior de la realidad material, tiene que contribuir a su transformación; si la filosofía es un producto humano social; tiene que ser útil al hombre y a la sociedad; tiene que mirar el presente y el futuro y no adormitarse en la contemplación del pasado o alegrarnos con su resurrección. Nadie puede oponerse al progreso porque es inútil; nadie puede detener el proceso transformador porque es la expresión de leyes que son ajenas a la voluntad del hombre. Así lo demuestra la historia hasta nuestros días. Marchemos con la filosofía y la ciencia como el viajero que contempla su meta en lejanía y que luego tiene que recorrer paso a paso la distancia que lo separa, consciente de cómo tiene que ir y a dónde tiene que llegar. Hagamos que la filosofía sea la luz y no la sombra, y que la luz nazca de las cunas.
Cèsar Augusto Guardia Mayorga:"Concepto de Filosofìa" 1966.