sábado, 1 de junio de 2019


TEORÍA DEL CONOCIMIENTO

                                                Oscar A. Agrada Espinoza 

El conocimiento, en cualquiera de sus formas y contenidos, no conoce ataduras, ni miedos, ni esclavitudes. De allí su importancia en la evolución de las sociedades. El conocimiento es el acto consciente e intencional para aprehender las cualidades del objeto y primariamente es referido al sujeto. Su desarrollo ha ido acorde con la evolución del pensamiento humano. Como diría Foucault, el conocimiento es lo que va más allá de la apariencia, aquello que, en su maldad, la destruye, la somete al tormento, le arranca sus secretos. Un conocimiento que se mantuviera en el nivel de lo que se da como apariencia no sería conocimiento. En la actualidad, el conocimiento esto es reconocido como un gran desafío, al punto de calificar de forma justificada a las sociedades que emergen actualmente y logran mayores niveles de desarrollo intelectual.

   Asimismo, el conocimiento siempre será perspectivo, inacabado, jamás se cerrará sobre sí mismo, nunca será adecuado a su objeto, y. siempre estará separado de una cosa en sí; y tampoco en el sentido de Kant cuando dice que el conocimiento es limitado. El conocimiento humano depende principalmente de la actividad de producción material. Conocer es emitir juicios sobre una realidad, decir que se conoce algo es para poder superar la razón teórica. Hablar sobre algo, para buscar el cambio es la razón práctica.

 Nociones de teoría del conocimiento las encontramos ya desde las sociedades más antiguas. Sin embargo, el camino recorrido por el hombre en busca del conocimiento es vasto y marcha desde las primigenias ideas de la filosofía oriental, las presocráticas y post socráticas lejanas de objetos concretos, de carácter mágico realista y donde el conocimiento es simplemente la imagen de objetos externos y sus relaciones hasta la concepción dialéctica del conocimiento. Concepciones en las que los grupos humanos o clases sociales fabrican a pulso el conocimiento como proceso y praxis; es este afán de conocer lo que le ha permitido al homo, ser la especie exitosa o fatal de la cultura humana. Cada cambio en ese largo camino le conduce al individuo a diferentes formas de concebir su realidad.

 La auténtica tarea del conocimiento humano consiste en solucionar los problemas de la vida. El conocimiento, es un reflejo del mundo en la conciencia del hombre, inseparable de la praxis en el proceso del conocimiento. Gracias a la cual un sujeto descubre y formula la verdad sobre un objeto.

 Siempre, en la historia del conocimiento humano, las “personas educadas” sabían lo suficiente como para hablar y escribir sobre muchas cosas, lo suficiente como para entender muchas cosas, justificar o defender un statu quo, pero no sabían lo bastante como para hacer alguna cosa fundamental al margen de su egoísmo, su individualismo u ocultar una infamia mediática. No obstante, en la “sociedad del conocimiento”, la alta especialización en diversos campos científicos nos ha dado un enorme potencial en cuanto a organización sistemática de cada disciplina de estudio y resultado como los “materiales inteligentes” en la rama de la medicina. Por tanto, en las próximas décadas del presente siglo se necesitará que esos conocimientos especializados se conviertan en una metodología potencial en rendimiento productivo. De otro modo, la mayor parte del conocimiento disponible que no se convierte en productivo, seguirá siendo solamente información soterrada; la idea básica es unir la teoría con la práctica para el cambio. Esa es la visión dialéctica de la teoría del conocimiento. Por eso, gracias a los hallazgos de los científicos en el campo de la nanotecnología, la vida cotidiana del hombre y la mujer del futuro podría llegar a ser más fácil y confortables. Así, con el uso del electrocromismo, las persianas o cortinas ya no serán necesarias para oscurecer una habitación: bastará con pulsar un botón para que una ventana se oscurezca.  

 El aprender a conectar la información con la producción en la misma práctica cotidiana es clave. El árbol del saber es vasto e infinito. Es cierto que la concepción del mundo en la era “posmoderna”, debe servirnos como perspectiva para saber lo que esperamos de la “sociedad del futuro”, Precisamente, el estudio de la teoría del conocimiento se refiere a la verdad, es decir, al conocimiento mismo o sea a la relación entre el contenido del pensamiento y los sujetos a los que él se refiere en la vida cotidiana. En nuestra conducta habitual estamos en el mundo virtual, en el trato con las cosas y con las demás personas. En la actitud teórica detenemos nuestra acción y nos situamos frente al mundo para conocerlo, transformarlo. Así, todo hace pensar que la Tierra va en camino de transformarse en un desierto superpoblado bajo los fuegos del calentamiento global. No es casual que en una de las de las últimas Cumbres Ecológicas se hayan previsto guerras neocoloniales, para la obtención de agua potable. Hay necesidades, en la “Aldea Global” un niño muere de hambre cada dos segundos. Son tiempos en que el hombre y su poder sólo parecen capaces de reincidir en el mal o en el error como la devastación nuclear futura que debe impedirse. El conocimiento de los que dirigen el Imperio global es maligna y egoísta con los países y pueblos del Tercer Mundo. La inclinación es complacerlos y las consecuencias no son lo esperados, Pero, puede no terminar aquí nuestro conocer y colocarse en actitud de estudiar el conocimiento mismo en su razón dialéctica. Es algo así, como una potenciación revolucionaria de la actitud teórica ligada a la práctica social.

 En este camino, siempre será una aventura adentrarse por la ventana del conocimiento, tan valioso para conocer la realidad. Ello implica construir un conocimiento que sirva a la conformación de una conciencia activa, que sea capaz de incluir una multiplicidad de realidades contradictorias y destacar los dinamismos constituyentes de las situaciones (o apariencias), más que la verdad mediática fabricada. En ese sentido, el conocimiento de la situación plantea que dejemos atrás nuestra docilidad y tratar de mirar y conocer reflexivamente la realidad. En definitiva, la filosofía mediante sus innovadoras preguntas se traslada a los ámbitos de aplicación que la sociedad reclama para mostrar cómo se puede crecer con equidad y justicia, como se puede inspirar el desarrollo del conocimiento basado en un progreso sostenible para ayudar a crear sociedades democráticas diferentes y ciudadanos con valores significativos 

 

Libro, edición diciembre del 2018. Publicado en mayo del 2019 / 178 páginas.