LA CRISIS FILOSÓFICA (*)
José
Carlos Mariátegui
Cada civilización tiene una propia intuición del mundo, una propia
filosofía, una propia
actitud mental que constituye su ánima. La decadencia de una civilización está marcada por su desgaste,
un degaste, un debilitamiento, una quiebra
de su ideología. Las ideas peculiares de una época son un síntoma, un índice importante. Las ideas brotan de la
realidad e influyen luego sobre ésta, modificándola. El idealismo de Hegel y Fichte supone
al espíritu una fuerza que adquiere
conciencia de sí mismo al choque con el límite que le opone la realidad.
Hay ideas efímeras, son las que no representan una época; pero todas las ideas son temporales. El espíritu
humano actúa sobre la realidad y es, después, influido
y modificado por ésta. La metafísica tiene reacciones evidentes
sobre la física social, sobre la realidad
histórica. Efectos del descubrimiento copernicano. Muerte del antropocentrismo.
Ahora bien. Actualmente se siente el desgaste de la ideología
de esta civilización. No es sólo que la organización capitalista no satisface ya las nuevas
direcciones y necesidades de las fuerzas productivas. Es que ha perdido
su fe, su optimismo. Florecen desde algún tiempo manifestaciones filosóficas y artísticas que
revelan el agotamiento de la civilización capitalista. Todas las tendencias son pesimistas, negativas,
escépticas. El espíritu de la ideología contemporánea es relativista.
La sociedad
burguesa para desarrollarse y desenvolverse tuvo necesidad de una fuerza espiritual que le abriese y le
inyectase fe. Esa fuerza fue la filosofía racionalista.
Sin la filosofía racionalista, la burguesía no habría emprendido la abolición de las castas y de sus
privilegios. Consiguientemente la burguesía no
habría cumplido su misión. La Razón dio a la burguesía la potencia
necesaria para vencer a la
aristocracia. Armada de la Razón, la burguesía se dedicó a acumular
riquezas. Pero la Razón siguió
su trayectoria revolucionaria. La Razón dijo que la igualdad era incompleta si
era sólo política, si no era también económica.
Como
toda filosofía responde a una necesidad de la época que la genera, se inició entonces un proceso de revisión de la mentalidad racionalista. Aparecieron
las ideas evolucionistas e historicistas. La humanidad tiene una trayectoria determinada. No es posible forzar
su rumbo, no es posible
apresurar ni retardad
su marcha. Toda la mentalidad burguesa se saturó
de evolucionismo y de historicismo. El intelectualismo, el racionalismo de esta época, suponía la existencia
de un mundo objetivo y absoluto. La humanidad creía en la ley inflexible del progreso. El futuro no sería sino la coronación del presente. Poco
a poco aparecieron esfuerzos filosóficos destinados a minar el dominio
de la razón, a valorizar el mundo de
la intuición, del sentimiento, de la voluntad. El mundo comenzó a dudar de la efectividad del progreso, la civilización comenzó
a desconfiar de sí
misma. Finalmente, apareció
la corriente relativista.
El relativismo no se reduce a la teoría de Einstein, que es ya bastante. Einstein
no sino un físico. Su teoría se llama teoría de la relatividad no porque
Einstein la haya concebido como una
filosofía relativista sino porque Einstein ha tenido como punto de partida el principio del movimiento relativo de
Galileo. El relativismo es un vasto
movimiento del cual forman parte diversos fenómenos artísticos, científicos, etc. Ocurre que de repente
la humanidad se ha puesto
a pensar de una manera
relativista. Relativista es Unamuno que sostiene la realidad de los personajes creados
por la imaginación. Relativista es Pirandello que encuentra en el hombre un ser con mil
fisonomías diferentes, todas ellas igualmente válidas.
Relativistas son los cubistas, que niegan la imagen permanente de las cosas. Relativista es la
nueva filosofía de la historia de Spengler. Relativista es la filosofía de “como si” de Hans Vaihingher. Relativista es Ortega y Gasset, no obstante, su empeño de conciliar
racionalismo y relativismo. La filosofía del punto de vista es auténticamente relativista.
Todo
el pensamiento contemporáneo está saturado de duda, de negación, de relativismo. Muchos pensadores comparan
esta época con la decadencia romana. La cultura burguesa, la inteligencia burguesa, sin
embargo, no son capaces de percibir
su tramonto con toda proposición. Anécdota del cónsul de Atenas. Los relativistas concluyen en pleno pesimismo. Ortega y
Gasset hablan del alma desilusionada,
del alma servil. Sólo hay una fe: la de la revolución.
(*)
Esta conferencia
no llegó
a dictarse
a juzgar
por la investigación de las fuentes
periodísticas. Sólo disponemos
de las notas del autor. Fueron reproducidas en la revista Textual, órgano del Instituto Nacional
de Cultura, en el Nro.5- 6, diciembre de 1972, publicado en homenaje a José Carlos Mariátegui.
DELIBERACIÓN: ¿Cuáles son
las ideas más importantes del autor en este artículo y cómo contextualizarlo e interpretarlo, en estos
tiempos de pandemia global?
UNE / Introducción a la filosofía / Oscar A. Agrada Espinoza /
Lima. Noviembre del 2022.
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